Tomar Decisiones
Tomar
decisiones
Las emociones son un valioso recurso de información, nos ayudan a tomar
decisiones. Las emociones desagradables o “negativas” (a mi criterio,
erróneamente llamadas negativas, pues son juzgadas sólo por su condición de
dolorosas o desagradables), son valiosas y estupendas señales que alertan
acerca de un problema en particular, y su función es remitir a ese problema
o necesidad insatisfecha. Pero también constituyen un aumento
energético que tiene por objeto preparar a la persona para resolver tal
situación.
A menudo ciertas emociones dolorosas son evitadas. Intentamos escaparnos
de ellas o reprimirlas negando su existencia, como si tales intentos pudieran
lograr su extinción. Desgraciadamente no es así. Para que las emociones dolorosas
puedan ser disueltas debemos vivenciarlas y satisfacer la necesidad que las
mueve. La energía contenida en la emoción siempre es descargada, ya sea en la
forma que nosotros elijamos o en la que ellas encuentren, si es que intentamos
reprimirlas. Así, la ira, la ansiedad y la depresión, si se dan de manera
intensa y prolongada, pueden aumentar la vulnerabilidad a la enfermedad,
empeorar los síntomas o dificultar la recuperación.
Como explica Norberto Levi, ignorar las emociones sería como tapar en el
tablero del auto la luz roja que indica que no tenemos combustible, para así
“nunca quedarnos sin reservas”. No es lindo saber que debemos hacer algo
difícil, pero debemos hacerlo. De igual modo, las emociones jamás son el
problema, sino su alarma.
Cierta vez me pasó tener que tomar una decisión difícil. Un par de
amigos y yo abrimos una consultora de recursos humanos en la que prestábamos
servicios a empresas. Al poco tiempo apareció la oportunidad tan deseada. Se
trataba de un cliente que nos contrataba para realizar la logística de una
seguidilla de eventos tan importantes como redituables. Nos invadió entonces un
entusiasmo escalofriante que nos impedía decir “no” a cualquier demanda del
cliente. El caso es que a medida que pasaba el tiempo yo veía cómo mis socios
se entusiasmaban cada vez más y en mí sólo crecía el miedo, pues advertía
algunas subrepciones. Esta grandísima “oportunidad” proyectaba una sombra de
riesgos diez veces mayor que me provocaba una intensa angustia cada vez que nos
reuníamos a planificar. Pero afortunadamente un día me animé a hacer lo que
tanto postergaba: hacerles caso a mis emociones y contarles a mis socios mis
intuiciones, explicarles lo que sentía. Así fue que tomé el toro por las astas
y les fui sincero. Inmediatamente después de hacerlo sobrevino en mí una
impagable tranquilidad. Ellos, a su vez, me comprendieron y disculparon.
Afortunadamente para mi tranquilidad y cordura, el tiempo confirmó aquellas
sospechas, y nuestro cliente resultó ser un timador bárbaro.
Escuchar nuestro corazón y hacer lo que creemos correcto suele ser
difícil y riesgoso, pero sin lugar a dudas es sano y liberador.
Extracto del libro “Como ayudar a los niños de hoy” del Lic. Lucas
J.J Malaisi
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